domingo, 27 de septiembre de 2009

Una tarde en su torre



Esta vez, la pequeña de cuentos se dispuso a mirar por la ventana... desde su torre todos los días podía distinguir muchas cosas, había de todo tipo de personas, algunas eran pequeñitas y se dedicaban todo el día a jugar con amigos, y los ecos de sus risas llegaban fácilmente a sus oídos... Otros ya más crecidos, pero al parecer aún jóvenes, estaban mayormente en pareja, o bien estaban con gente de su edad, ya no jugando si no que en conversaciones al parecer interesantes por sus gestos emocionados, o bien cantando, haciendo deporte... y más de alguno estaba sentado solo en alguna parte, cerca de los rosales, o escondidos bajo sombras donde pudieran estar tranquilos, algunos de ellos tenía lápiz y papel en sus manos, seguramente escribían poemas o dulces canciones que expresaran lo que sentían, en ellos era que la pequeña detenía más la mirada... Por último, había una gran cantidad de personas ya "adultas", ellas no jugaban, tampoco conversaban mucho, y casi ni sonreían... solo podía distinguir que se dirigían de casa en casa, de edificio en edificio, con papeles en las manos o gritando a otros que tuvieran cerca... otros trabajaban al aire libre, sudando copiosamente y hablando con el aire, con palabras tristes, más que nada simples lamentos, que solo entristecían el alma...

La pequeña se sentaba cada día a observarlos, a todos, en parte los envidiaba, en parte los admiraba, en parte no quería ser como ellos... pero este día oscuro, nada podía hacer, era el día de descanzo del pueblo y a pesar de que esperaba ver más sonrisas en un día así, se encontró con unas oscuras nubes en el cielo que lloraban sobre aquel pueblo... quien sabe... quizás estaba triste por lo que ella también veía cada día...

Pensó en tratar de escapar de la torre una vez más, pero se dio cuenta de que sería inútil, pues la lluvia no la dejaría disfrutar de lo que viera, ni encontraría personas fuera, además de disfrutar el roce de las gotas sobre su cuerpo, nada más podría hacer...

Dedicó unas horas a sus lecciones de canto y bordado, dibujó algunas imágenes que tenían en mente y soñó despierta... ahora solamente podía observar la lluvia desde su ventana, ensimismada en su sonido suave y envolvente, contagiada por la tristeza de las nubes y lo frío del día...

Comenzó a susurrar palabras inconprensibles, desconocidas para ella, pero que necesitaba decir, comenzó a llamar alguna compañía, comenzó a pensar en lo sola que se sentía... poco a poco comenzó a sentir una extraña fuerza en su pecho, una... que le gritaba que ella siempre estaría sola, era lo que le correspondía... era lo que debía pasar... que muchas veces ella alejaría a las personas, otras, ellas se irían solas... pero nadie quedaría a su lado, porque ella era la compañera eterna de la soledad... en su interior estaba la luz que debía aparecer en el mundo, aquella que debía luchar contra la oscuridad... pero, eso... era solo su camino... de nadie más...

Abrió la ventana con fuerza... y gritó al mundo que no quería que pasara... se sentó en la orilla y las gotas comenzaron a mojar su vestido, miró hacia abajo, a la inmensidad que se veía, sabía que todo terminaría en un segundo si se decidía... así terminaría con esa voz, con el sentimiento... y con la frialdad de la soledad... luego de unos minutos de indecisión un ave se posó en su hombro y comenzó a cantar una suave canción de paz... ella se puso a llorar, lloraba de tal manera que nada le envidiaba a la lluvia... después de un rato recogió su vestido y volvió a entrar a la habitación... no podía, no podía hacerlo... eso era todo lo que sabía... y de lo que viniera más adelante, solo podía seguir... ahora, ya alejada de aquella inmensidad, estaba segura que podría volver a sonreir... que podría lograr lo que soñaba... y luego de todo esto... siguió ensayando su canto...


Kazeai

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