martes, 31 de agosto de 2010

Esa ciudad...



Los días oscuros parecían haberse ocultado en el mar del tiempo y su neblina envolver los cuerpos solitarios. Parecía que el mundo iba a volver a florecer, era un aviso de la primavera en dulces oleadas de calidez. Pero,por un instante, los colores fueron apagados, y la frialdad comenzó a invadir todo, como si fuera algo inevitable, y es que, era cierto,el invierno aún no terminaba.

Eso era un desierto, un mundo lleno de gente, pero que estaba vacío, que tonta expresión le daba el mundo a su pecho, que fría realidadse encontraba detrás de las cortinas de su ventana...

Caminaba por unas calles llenas de personas, llevaba un bello vestido azul,uno largo, ese que le recordaba el color del océano... llevaba unas hermosas pulseras doradas, y aquella bella tiara, aún estaba en su mano... ella, la supuesta "princesa" sabía que no valía nada ponerse aquella tiara sobre la frente, si de todas formas su paso por este mundo era invisible.

Muchas de esas personas la pasaban a llevar, otras pisaban su vestido, y nadie, absolutamente nadie, miraba sus ojos, aunque ella lo prefería... estaban tan tristes, que si alguien los veía podría entristecerse... y eso era lo que menos quería...

¿Donde podía quedar su sueño de ayudar a las personas?, donde... su calidez y su suave cantar... ya nadie la escuchaba, nadie recibía sus palabras cálidas, ya nadie si quiera la abrazaba...

A su alrrededor habían edificios, en ellos entraban y salian personas, casi corrían, no se miraban entre ellas, solo seempujaban de vez en cuando... y... ya casi nadie sonreía...

Ella... trató mucho tiempo de regalar una suave sonrisa.... quiso darle calor a los corazones de cada una de las personas de ese mundo, quiso tanto... deseaba tanto... verlos a todos tranquilos.... pero... poco a poco, las mismas personas, fueron ahogando su sonrisa... con palabras crueles, con frías miradas y con exigencias... solo querían que ella hiciera cosas, como si no importara quien fuera, solo importaba lo que pudiera hacer.

Siguió caminando por horas, con la esperanza de encontrar una sonrisa que valiera la pena, con la esperanza de encontrar un corazón puro, uno que estuviera ahogado por la ciudad, para salvarlo de esta horrible frialdad, solo para regalarle una cálida sonrisa...un "todo estará bien"

Pero solo veía corazones fríos, solo miradas perdidas, solo preocupaciones del día, que de nada servían para el alma.

Intentó tocarlos, quiso entregarles un poco de esa energía que le fue entregada, aquel tacto sanador, aquel que podía hacer sentir tranquilidad en el pecho... pero... todos pasaban muy rápido... no alcanzaba a tocar a nadie...ni si quiera se volvían a mirar...


Temblaba... la frialdad y soledad eran demasiado... ya no quería seguir viendo ese mundo, ya no quería seguir escuchando esa frío silencio que acompañaba el ruido de la ciudad, la gente se olvidaba de lo realmente valía la pena...

Sus piernas flaquearon, había caminado demasiado... y calló de rodillas en la ciudad, en medio de aquellos enormes edificios, en medio de toda esa gente, en medio de esa horrible soledad...

Sus manos querían ocultar su rostro... no podía llorar, no podía ser debil, debía intentar e intentar,hasta que ya no le quedaran fuerzas... pero el mundo era más fuerte que ella...

Y allí estaba, una bella princesa de vestido azul, con las manos en el rostro y arrodillada en medio de la ciudad... si tan solo... no hubiera llegado a ese lugar...

De pronto... sintió una suave caricia en el hombro... y en la cabeza... al levantar la vista... había una pequeña... una niña, que la miraba con ojos tristes...

-¿Estas bien? ¿te caiste?¿te duele?- le dijo la pequeña mientras sus ojos lucían preocupados... unos preciosos ojos negros salidos de la pureza....

Tomó a la princesa de la mano y la ayudó a levantarse...

La niña, vestida con ropa muy sucia, al parecer solo pasaba por ahí... pero... al verla, la princesa notó que cojeaba... se arrodilló frente a ella... y puso su mano en la frente de la niña diciéndole:

- Pequeña, dulce representante de la humanidad, recibe el regalo que solo la inocencia puede entregar, tu bello gesto ha hecho que mi alma vuelva a nacer...

Con estas palabras, la Princesa besó a la pequeña y se comenzó a alejar... secándose las lágrimas del rostro... y poco a poco, volviendo a sonreir...

Mientras la pequeña se marchaba, se dio cuenta que sus piernas ahora eran iguales, ya no era dificil caminar... comenzó a correr y a saltar... así que era cierto lo que decía su abuela... los ángeles, de verdad existían!!


Kazeai