Una suave mariposa blanca revoloteaba cerca de aquel parque... buscaba por todas partes un color brillante que atrajera su mirada uno que le enviara mensajes, sintiendo su forma de ser. De pronto se encontró con una niña sentada en una banca. Era una joven que vestía de forma muy tierna, llevaba una falda corta que se movía al son del viento y los colores de su vestimenta atraían la luz... la mariposa se sintió llamada por tal aparición y rovoloteó dos o tres veces sobre ese oscuro cabello... pero como notó que la niña solo la observaba con curiosidad, con unos ojos llenos de lágrimas y una leve sonrisa en el rostro... sintió tristeza y quiso alejarse, para seguir en su búsqueda, olvidando a aquella pequeña.
La niña de vez en cuando secaba sus lágrimas, sentada en aquella banca sus piernas no estaban tranquilas, se sentía el fuerte palpitar de su corazón y sus manos contantemente iban a su pecho, apretándolo como si no quedara nada en el mundo.
Ella esperaba algo... no, realmente no, o quizás si... ni ella lo tenía claro, sabía que sentía dentro de si una necesidad imperiosa de acercarse a un lugar donde el viento pudiera jugar con su cabello, sabía que necesitaba el sonido de las hojas moverse a su son, mientras veía el verde invitarla a bailar... pero además de eso, nada sabía... y es que se acercaba a ese lugar cada vez que se sentía triste y sola... sentía que algo se apoderaba de su pecho, y por alguna razón la tristeza se debilitaba, pero la soledad era más intensa y presente, en esa espera eterna por algo que ni ella conocía, era dolorosa, porque cada tarde se debía alejar de ese lugar sin encontrar ninguna respuesta, con los ojos hinchados por las lágrimas que caían sin poderlas contener en su rostro y con un extraño y fuerte dolor en el pecho... uno que quizás a veces era llamado melancolía... pero que lastimaba cada uno de sus pensamientos y hacía que las lágrimas corrieran frenéticas, sin esperar su elección.
Pronto el cielo oscurecía y la niña ya caminaba de vuelta al lugar que era su hogar en este mundo, mirando los árboles... susurrándole palabras cariñosas al viento, el único que estaba con ella en esos momentos, el único que abrazaba su alma y la dejaba sentirse viva aún, quizás esa espera sería eterna, pero... era la única forma de acabar con la frialdad de su pecho... su única esperanza, y mientras tuviera a Kaze junto a ella esperaría.
La mariposa blanca, ya satisfecha con el polen que había encontrado en una colorida flor amarilla, comenzó a recordar el mensaje de la niña, ese que enviaba con sus colores y la triste belleza de su rostro, al momento empezó a sentir que algo le faltaba, que no bastaba solo acercarse a las flores y luego irse... ella quería volver donde la niña... pero al buscarla no la encontró, se había ido, y el tiempo era corto para la pequeña mariposa, su vida no duraba mucho, así que decidió seguir buscando polen, hasta encontrar uno tan dulce que le hiciera olvidar este vacío... o bien, hasta que encontrara una pequeña como la que un día conoció, una, que la hiciera sentirse llena otra vez, y así, podría hacerla sonreir, con eso... se sentiría tan bien...
Tanto niña como mariposa aún siguen lejanas, cada una en su mundo y dificilmente se volverán a encontrar... no se que está deparado para ellas, por ahora solo se que la luz se va y comienza a oscurecer una vez más...
Kazeai
La niña de vez en cuando secaba sus lágrimas, sentada en aquella banca sus piernas no estaban tranquilas, se sentía el fuerte palpitar de su corazón y sus manos contantemente iban a su pecho, apretándolo como si no quedara nada en el mundo.
Ella esperaba algo... no, realmente no, o quizás si... ni ella lo tenía claro, sabía que sentía dentro de si una necesidad imperiosa de acercarse a un lugar donde el viento pudiera jugar con su cabello, sabía que necesitaba el sonido de las hojas moverse a su son, mientras veía el verde invitarla a bailar... pero además de eso, nada sabía... y es que se acercaba a ese lugar cada vez que se sentía triste y sola... sentía que algo se apoderaba de su pecho, y por alguna razón la tristeza se debilitaba, pero la soledad era más intensa y presente, en esa espera eterna por algo que ni ella conocía, era dolorosa, porque cada tarde se debía alejar de ese lugar sin encontrar ninguna respuesta, con los ojos hinchados por las lágrimas que caían sin poderlas contener en su rostro y con un extraño y fuerte dolor en el pecho... uno que quizás a veces era llamado melancolía... pero que lastimaba cada uno de sus pensamientos y hacía que las lágrimas corrieran frenéticas, sin esperar su elección.
Pronto el cielo oscurecía y la niña ya caminaba de vuelta al lugar que era su hogar en este mundo, mirando los árboles... susurrándole palabras cariñosas al viento, el único que estaba con ella en esos momentos, el único que abrazaba su alma y la dejaba sentirse viva aún, quizás esa espera sería eterna, pero... era la única forma de acabar con la frialdad de su pecho... su única esperanza, y mientras tuviera a Kaze junto a ella esperaría.
La mariposa blanca, ya satisfecha con el polen que había encontrado en una colorida flor amarilla, comenzó a recordar el mensaje de la niña, ese que enviaba con sus colores y la triste belleza de su rostro, al momento empezó a sentir que algo le faltaba, que no bastaba solo acercarse a las flores y luego irse... ella quería volver donde la niña... pero al buscarla no la encontró, se había ido, y el tiempo era corto para la pequeña mariposa, su vida no duraba mucho, así que decidió seguir buscando polen, hasta encontrar uno tan dulce que le hiciera olvidar este vacío... o bien, hasta que encontrara una pequeña como la que un día conoció, una, que la hiciera sentirse llena otra vez, y así, podría hacerla sonreir, con eso... se sentiría tan bien...
Tanto niña como mariposa aún siguen lejanas, cada una en su mundo y dificilmente se volverán a encontrar... no se que está deparado para ellas, por ahora solo se que la luz se va y comienza a oscurecer una vez más...
Kazeai
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